La ermita de la Soledad estrena vidrieras. Una intervención discreta, pero llena de sentido: proteger, embellecer y dar nueva vida a la mampostería que desde 2015 queda a la vista.
De este modo, en los últimos días la Ermita de la Soledad ha recuperado un gesto antiguo: dejar que la luz la vista.
La historia de esta ermita —documentada por primera vez en el siglo XVII— siempre ha avanzado a golpes de cuidados, reparaciones y afectos.
Hoy añadimos un nuevo capítulo literalmente luminoso.
La luz que atraviesa estas vidrieras recuerda que mantener el patrimonio no es solo conservar, sino seguir conversando con nuestro pasado.


