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CANCIONERO DE CASTILLA

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BIBLIOGRAFÍA

  • Agapito Marazuela Albornos: Cancionero de Castilla. / Agapito Marazuela Albornos. Madrid: Diputación Provincial, Delegación Cultural, 1981, ISBN 978-84-500-5150-6.(Primera edición 1932)
  • Agapito Marazuela Albornos:Cancionero de Castilla Reedición Editorial Endymion, 1997 (reedición?) ISBN 84-7731-258-3
  • Fernández Cocero, Pedro: Agapito Marazuela, el último juglar castellano. Santander, 1976. ISBN 84-400-1756-1
  • González Herrero, Manuel: Agapito Marazuela o el despertar del alma castellana. Segovia, Diputación Provincial de Segovia, 1985. ISBN 84-505-1905-5.
  • Sanz, Ignacio; Santos, Claudia de: Agapito, pito, pito: fabulación sobre la infancia de Agapito Marazuela. Ramillete de folklore infantil Ediciones de la Torre / Madrid, 1988 ISBN 978-84-86587-33-8
  • Urrialde Martín, Eugenio: Apuntes sobre el maestro : libro homenaje a Agapito Marazuela. Comisión Homenaje a Agapito Marazuela El Adelantado de Segovia. 1984. ISBN 84-505-0287-X

ENTREVISTA:  A finales de 1977, la revista La Calle publica un articulo firmado por Manuel Domínguez sobre Agapito Marazuela.

Agapito Marazuela “El trigo también tiene su canto”

De pupilo, en un piso de la segoviana calle José Zorrilla, vive desde hace diez años Agapito Marazuela. Su habitación es humilde: una mesa, una cama y el armario. Muy cerca, la Caja de Ahorros le tiene cedido un local de unos cuarenta metros cuadrados, la llamada "Cátedra de Folklore Segoviano", donde el músico se gana a sus ochenta y seis años la vida dando clases de guitarra y de dulzaina. El Ayuntamiento de Segovia "colabora" con 500 pesetas al mes para pagar la limpieza de la cátedra.

Las facultades de Marazuela menguan últimamente de forma considerable y se ve obligado a reducir el número de alumnos, que rondan la veintena, así como la frecuencia de las clases, todas ellas individuales. Las de guitarra son las más solicitadas, entre otros motivos porque durante muchos años no se han fabricado dulzainas y, ahora que se vuelven a hacer, cuestan unas 30.000 pesetas cada una.

Agapito Marazuela nació en Valverde de Majano en 1891. Aprendió la dulzaina del mejor dulzainero de la comarca, y a los catorce años se ganaba ya la vida con un tamborílero tocando de pueblo en pueblo. Durante las dos primeras décadas del siglo pudo vivir de este oficio. Al mismo tiempo, aprendió de forma autodidacta a tocar la guitarra. Llegó a ser un importante concertista y así, cuando la demanda de dulzaineros fue decreciendo pudo vivir de la guitarra y dedicarse de un modo más sistemático a la recopilación de temas populares.

Gracias a Agapito Marazuela se ha conservado buena parte del folklore de Castilla. Ha sido una labor sorda, tenaz, en la que este dulzainero de ochenta y seis años ha dejado su vida. Pese a ello, se le ha reconocido escasamente su trabajo, tanto por razones de desidia cultural como políticas. Una injusticia que debemos reparar.


UNA LABOR DE RECOLECCION

"A principios de siglo, cuando vino la música mecánica, los gramófonos, se fue dejando de cantar. Las chicas que se iban a servir a Madrid, cuando venían a las fiestas, no querían cantar las cosas de la tierra, las consideraban de mal gusto”.

Por eso, para recoger muchos cantos tuve que buscar entre las personas de sesenta años para arriba. Tuve suerte, ya que me consideraban como uno igual que ellos. Buscaba entre los campesinos acomodados que cultivaban sus tierras, porque los que cantaban eran en general gente feliz. Los desgraciados, los que tienen hambre, no tienen humor para cantar.

"He hecho muchas músicas y corregido las que no eran muy puras. Letras enteras no he hecho ninguna; sólo he añadido alguna copla a cantares que no tenían más que una y quedaban muy pobres. Podía hacerlo, porque a mí no me faltaba más que arar para ser como los campesinos. Conocía su léxico, sus reacciones, conocía muy bien sus cantos de trabajo. El trigo, por ejemplo, desde que se siembra hasta que se cuece tiene su canto. Cantos de arada, tan personales como los flamencos; cantos de siega, cantos de recoger la mies, de trilla, de meter el grano, de molerlo, de cerner la harina. Algunos eran rebeldes, como el de las escardadoras que trabajaban de sol a sol y, como el trabajo era muy duro, cantaban: El sol se está poniendo / el sol se pone / el cornudo del amo / qué cara pone.


La significación de Agapito Marazuela va mucho más allá que la de un simple dulzainero, incluso que la de ser el mejor dulzainero español. Es en realidad un músico que ha puesto sus conocimientos al servicio del folklore. Por eso su persona y su obra son tan esenciales. Pero quienes no lo entendían así permitieron que su figura durante muchos años, en particular los cincuenta y los sesenta, haya permanecido muy en un segundo plano. De cuando en cuando ha sido objeto de homenajes, que por cierto no han conseguido sacarle de la penuria en que su vida se desarrolla.
En muchos casos, lo que se ha pretendido es utilizar el nombre de Marazuela. El, un tanto ingenuamente, nos confiesa: "Como folklorista he recibido y aceptado homenajes y premios de donde vinieran. Si me los daban, ¿por qué no cogerlos?".


HOMENAJE A LA DULZAINA

Durante los últimos años ha habido un creciente interés por el folklore castellano, entendido desde los puntos de vista más encontrados. Julia León, Nuevo Mester de Juglaría, La Fanega, Hadit, son algunos de sus protagonistas. El viejo folklorista, que en su afán purificador trataba de eliminar de cuanto recogía las influencias extranjeras, desde las traídas por los emigrantes a su regreso de Cuba a las incorporadas por los segadores gallegos, no ve con demasiado optimismo a esta nueva generación: "Se les puede oír, pero nada más, les falta pureza ".
La pureza que para él guarda la dulzaina: "Es el instrumento por excelencia de Castilla y de León. Se utilizaba como instrumento de baile, como acompañamiento en desfiles romerías e incluso en actos religiosos. Todo gracias a que se oye desde muy lejos, bastando una dulzaina y un tambor para que puedan bailar cientos de personas. Los otros instrumentos, como las gaitas zamoranas y salmantinas, han tenido una difusión más localizada y han desaparecido, como el acordeón de dos teclados; o se han empleado sólo para algo concreto como la guitarra en las rondas ".

Marazuela no ha tenido una salud vigorosa. En el año 60 Estuvo a las puertas de la muerte y, como él dice, "me han dado cloroformo cinco veces y aquí estoy"
Su historial médico es así: a los tres años enferma de meningitis. A los catorce le tienen que vaciar un ojo infectado para evitar que pierda la visión del otro. A los dieciséis es operado de cataratas; la rudimentaria operación lo deja con una nube en el ojo. En adelante, para leer tendrá que cercarse el papel a tres centímetros del ojo. Luego vendrá una operación de úlcera duodenal, otra de la vejiga y una tercera de la próstata. Desde hace unos años la sordera se va agudizando. La guitarra ya no la puede oír bien, porque el audífono distorsiona mucho su sonido.


SOLEDAD Y REPRESION

A esto habría que añadir una profunda soledad, que en estos los de vejez cobra tintes patéticos. Una soledad que va más allá de lo estrictamente familiar. Y si la enfermedad se ha cebado en él, la represión también ha hecho lo propio:

"Yo he tenido siempre un leal izquierdista, pero a la hora del folklore me he olvidado e la política y he sido sólo folklorista. Mi familia, salvo un tío carnal, era reaccionaria. Mi padre era más liberal. A los doce años yo le hacía preguntas, y él me decía que eso era de mayores. Me dolía mucho ver que un criado entraba a los dieciséis años a servir y a los cincuenta lo echaban a la calle y, no le quedaba más que una garrota para pedir limosna”

"Me dolía también cuando llegaba la época de las rentas, y, los que pasaban todo el invierno jugando en el casino iban y cobraban las rentas aunque hubiese habido granizo o mala cosecha. Yo ante aquello entraba en rebeldía. Tampoco me cabía en la cabeza que un rey tuviese que ser rey porque lo fuese su padre”.

"Simpaticé primero con los republicanos y luego con los socialistas. Cuando se fundó el Partido Comunista, muchas de las cosas que decía ya las pensaba yo. Fui socio fundador de Los Amigos de la Unión Soviética y, en mil novecientos treinta y dos entré en el PCE”.

"En el treinta y seis me encargaron las Juventudes Socialistas Unificadas seleccionar los grupos de folklore que debían participar en la Olimpiada de Barcelona, la 'Olimpiada Roja' como la llamaban. Cuando el alzamiento militar, mandaron a cuatro franquistas a detenerme a Salamanca. No me llegaron a coger, si lo consiguen, no llego vivo a Segovia, me dejan en el camino. Pasé la guerra en Madrid, salvo los cincuenta y tantos días que duró la Exposición Internacional de París, en la que estuve con un grupo folklórico”.

"Al acabar la guerra estuve preso veintisiete meses primero, y luego en el cuarenta y seis en una redada me volvieron a detener y pasé otros cincuenta meses. Conocí muchas cárceles: Madrid, Burgos, Ocaña, Vitoria”.

"A Segovia volví en mil novecientos cincuenta y dos, y ya no he tenido problemas porque respeto a los demás. Es una de mis cualidades. Tengo amigos de todas las tendencias y a todos los respeto y todos me respetan a mí".



Los dos cancioneros que tiene publicados son el orgullo de su vida. En 1932, su "Cancionero de Castilla la Vieja" le valió el primer premio de un concurso, en cuyo Jurado figuraban nombres como Oscar Esplá o Gerardo Diego. Ramón Menéndez Pidal consiguió entonces para Marazuela una pensión del Centro de Estudios Históricos. En 1964, la Junta Provincial del Movimiento publicó su "Cancionero segoviano": "Se llamó así porque le mandaron al gobernador, de Segovia que me lo encargara. Una vez hecho, quería llamarlo Ve Castilla la Vieja, pero el gobernador, que lo había costeado, dijo que ”segoviano”.

"La dulzaina es nuestro instrumento por excelencia".
Agapito Marazuela ha dedicado a él gran parte de su trabajo



SOLO 3.400 PESETAS

Las relaciones de Marazuela con su casa discográfica son complejas. Su producción grabada se limita a disco y medio, algo inexplicable si tenemos en cuenta que Agapito es el último vestigio de una cultura en trance de desaparición. Columbia, la empresa con la que tiene un contrato casi de por vida, ha editado un álbum magnífico, "Folklore castellano". Pero Agapito Marazuela se siente engañado: "Cuando grabé, creía que el contrato sólo se refería a las veintidós cosas que hay en el disco. Como me cuesta mucho trabajo leer, me fié de ellos. Ahora resulta que no, que les pertenece todo lo que yo grabé, hasta las cintas mías particulares. Columbia me ha propuesto grabar más, pero les he dicho que no, porque no me conviene. No han hecho propaganda del disco y para los siguientes, en vez de subirme los royalties, me los quieren bajar. Del último semestre del 77, sólo me han liquidado tres mil cuatrocientas pesetas por los discos vendidos, una miseria".

El esfuerzo de una vida está en juego por unas pesetas. En casos como éste, uno se pregunta para qué tenemos un Ministerio de Cultura. Tarde o temprano sólo nos quedará su discípulo, Joaquín González, y lo que haya podido aprender de Agapito Marazuela.

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